En una época como el Renacimiento, tan revolucionaria y decisiva para las artes y las letras, no es posible dejar de preguntarse por las ideas que había sobre tales formas de creación. La verdad es que, contrastando las ideas y las realidades, se hace evidente cierto retraso y cierto desajuste de aquéllas. Pero no hay que entender esto en un sentido meramente negativo, como si el pensamiento no estuviera a la altura de la creación: para el bien de ésta, convenía cierta inconsciencia que permitiera hacerse la ilusión de que diversos elementos y puntos de vista heterogéneos formaban una unidad el plano de los conceptos generales, el saber empírico y técnico, el ámbito moral, etc., eran concebidos como uno.
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